A veces pienso que si hubiera colocado un
maromo como el de la foto en la portada de
Koimeterion, la novela habría tenido más descargas en
Amazon. ¿Incoherente con el contenido? Puede ser... ¡pero mucho más vistoso! Podría haber incluido con calzador un par de escenas de
sexo salvaje para justificarlo.
Lo cierto es que en
Koimeterion no hay sexo explícito, por una sencilla razón: no era necesario para contar la historia. Es más, si lo hubiera se desvirtuaría el trasfondo de la novela. Tengo la sensación de que no existe un
target real para una novela como esta. El lector de novelas de
temática gay no creo que espere encontrar una historia
oscura de tintes sobrenaturales. Y el lector de este tipo de narrativa tampoco quiere verla mezclada con un argumento de tendencia homosexual.
Si hubiera escrito una novela sobre un adolescente de barrio atormentado que encuentra su primer amor en un antiguo compañero de colegio, algo mayor que él, que le muestra la vida desde otra perspectiva a pesar de las dificultades que encuentran en su entorno... eso ya hubiera sido otra cosa. O si apenas supiera deletrear mi nombre pero escribiera mi vida como
chapero, cuajada de
sexo violento y sin sentido... mejor aún. Eso es lo que nos venden algunas de las lamentables editoriales del género en este país. También si en vez de Eric, mi protagonista se llamara Erica... ahí si que hubiera encontrado un nicho interesante. Me hubiera cargado la novela, pero habría publicado una bonita historia heterosexual y sin sentido.
Con todo esto quiero decir que estamos encorsetados. Ya comenté lo que pensaba de la esclavitud de las
etiquetas en un
post anterior. A todos aquellos que siguen escribiendo lo que quieren y a los que leen lo que les da la gana, sólo me queda decirles: ¡resistid! El mundo sería mucho más aburrido si no hiciéramos las cosas a nuestra manera.